En el antiguo pueblo de Pulacayo
la sirena suena todavía, en la hora exacta en que los
mineros deberían ingresar a la mina. Sólo
que ya no hay mineros, casi todos han emigrado
y sólo
quedan quinientos habitantes que se empeñan en preservar
su memoria, como la sirena que marca las horas vacías. "Este
esun pueblo de fantasmas -dice una mujer-, pero
los fantasmas somos nosotros".
En Pulacayo
se resume la vida histórica
de Bolivia: la explotación minera llevó allí el
primer tren del país; allí se enriqueció Aniceto
Arce, uno de los barones del estaño que devino presidente
de la Nación; allí llegó el legendario
bandido Butch Cassidy atraído por las riquezas; allí se
gestó uno de los movimientos sindicales más
poderosos de Latinoamérica. La sirena
de Pulacayo
aún despierta, en las polvorientas calles abandonadas,
las huellas de esa historia.
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